jueves, 21 de noviembre de 2013

La Marca

Latente en la piel, se distingue del resto. Hay energía en ella, una voluntad magnética que sin dudarlo, atrapa. Así como el perfume de la flor más bella, sin dudarlo te atrae lentamente. No te das cuenta, pero ahí está; cuando menos los esperes pasa por al lado tuyo, se encuentra por segundos enfrente y se te escapa de las manos, te ignora… pero a la vez, no. No te mira de frente, solo te vigila.

A la vez, esa energía que fluye magnéticamente se encuentra envuelta en algo muy puro, muy virginal. El sonido del agua se escucha entre sus susurros, tal cual se escabulle de la vista, lo hace de entre tus manos. Cuando pensas que no tiene escapatoria, se va… logra huir. Solo cuando la contención es sólida, no lo hace. Devuelve el claro reflejo de uno mismo, puro y limpio como el que otorga.


En ella radica esta pureza también como esencia. La emocionalidad transparente y cristalina de tal voluntad incorrupta, tan sincera. Riega los pies de tus raíces terrestres, nutriéndote, vitalizando todo el Ser, el Alma y la carne.


Solo una advertencia: La fuerza de esa Marca es indómita, “Nada hace porque sí”. Y aun cuando el fin es egoísta, solo mueve la Rueda del Tiempo, marca el paso, maneja los hilos, hipnotiza con palabras, con una sabiduría propia; nos hace crecer, aun no queriéndolo. En sus juegos quita, pero a la vez da, con cierto tinte de autocrítica, melodrama. Eso hace impredecible su carácter.


Un día, cuando menos los esperes, La Marca responderá. Solo cuando lo vea conveniente, cuando lo vea sabio, en el momento justo.



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