La
Reina. Magnánima, enaltecida, engalanada en hojas de abedul doradas por la cálida
mañana. Sus rizados y largos cabellos caen zigzagueantes y castaños, cual
algarrobo noble y de tórrido color. De la pureza de sus prendas emana un aura
de benevolencia y gracia, y las mismas se mecen delicadamente al compás de la
brisa de primavera.
Entona una canción de cual sirena encantadora, dulcificando los oídos de
quienes la rodean, mientras la luz del Sol acaricia su piel única y atrapante,
trigueña y exuberante. Sus ojos claros son tan transparentes que se puede ver
el alma. En su canción lleva un mensaje de amor.
“cada vez que me miro en el espejo te veo a ti”
“cada acción, cada gesto me recuerda a ti”
“en el Aire viajan tu voz, única y singular. Tus palabras son el alma que
entregas en cada una de tus acciones”
“en tus ojos estoy yo, y en los míos estas vos”
“El Sol alza mi espíritu a la deriva del mundo sin fronteras, ni arriba ni
abajo, pero por dentro, la noche, el azul y la Luna me tiñen de un enigma único.
El agua remueve y purifica cada uno de mis versos y mi voz, para que lleguen
completos y claros hacía ti”
Aquí está a quien has divinizado. Aquí te canto.
Por fuera soy Luz, por dentro soy Agua, pero en realidad soy Fuego.
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