martes, 24 de mayo de 2016

El dedito

Lo voy a decir, y no me importa nada.
Me revienta la vieja del edificio donde vivo.
La vieja es metida, se queja por todo, cuando te la cruzas por los pasillos te contesta de muy mala manera, con altanería puede decirse, y siempre, pero SIEMPRE tiene una sugerencia que hacer. Por lo general, no hace ese tipo de comentarios donde con sutileza te da su punto de vista y te dice que es imperativa la intervención del administrador. Al contrario, se saltea todos los pasos, pero el imperativo, jamás.
Estamos teniendo un problema con la luz desde que me mude a ese edificio, y hoy me llama la atención que se involucró en la solicitud que anteriormente ya había iniciado la administración del consorcio, de que la empresa que brinda el servicio en cuestión se haga cargo de la instalación definitiva de los medidores.
Lógicamente, con ironía mediante porque no pudo consultar el estado del trámite porque no era quien inició, exigió (sí, con imperiosidad) que se esclarezca si exitosamente todo marchaba sobre ruedas.
Hasta ahí quedo todo.
Salvo uno que otro vecino interesado, nadie mas respondió. El administrador brillo por su ausencia.
¿Por qué las señoras grandes suelen hacer esos problemas?
Siempre es lo primero que pensamos “Uh, típico de las doñas, y mas si se la pasan todo el día en la casa, sin algo mejor que quejarse de absolutamente todo y acusar hasta si se le cayó una aguja al vecino de arriba y la despertó de su siesta reparadora, para después continuar despotricando hasta de la vecina del edificio de la otra cuadra que se la pasa llegando a la fila del super antes que ella”.
Sí, no me digan que no, las señoras grandes son así. O al menos la mayoría. Bueno, no.
TODAS TIENEN ALGO QUE DECIR.
No importa qué, no importa de quién, cuándo ni dónde, pero todas tienen algo para decir.
Dirán que hago una generalización bastante cruel al respecto, porque hay señoras que se quejan de que se gasta mucho en plata para el encargado, y hay otras que lo hacen porque se gasta mucha luz en las luces de todo el edificio en general, o porque se preocupan porque algunos despistados se olvidan la puerta de calle arrimada; eso, en realidad, debería preocuparnos a todos ahora que lo pienso. Hay viejas para todos los gustos.
Quisquillosas, mandonas, metidas, espamentozas, nariz parada, meticulosas, ortodoxas. Se me escapan los adjetivos para calificar a las viejas, por lo general, malos. Siempre catalogamos a las viejas como algo malo. Ese mal que aunque molesto y desagradable, que hace al mundo. Como si estuviésemos hablando del Tao, en resumidas cuentas.
Pero ahí radica el asunto, tenemos catálogos para lo que es malo (como las insoportables vecinas de consorcio de entre 50 a 70 años en todo el mundo) y para lo que es bueno, pero ¿en base a qué hacemos esa rotulación? ¿Hay algún reglamento con el que venimos al mundo? ¿Un manual de instrucciones, como si hablaremos de un aparato? ¿No parece como si nos refiriéramos a nosotros mismos como una parodia al muñeco de Krusty con el switch “malo – bueno”? Si está en “malo” vamos a hacer cosas desagradables, vamos a ser y parecer desagradables; y si estamos en modo “bueno”, al contrario. ¿Tiene que ser necesariamente así? ¿No la pasaba mal el muñeco Krusty cuando era bueno porque Homero era un abusivo de mierda?
La aventurada queja de la doña del 6to piso de mi edificio me ayudó a razonar y a armar una suerte de rompecabezas que se apareció como por arte de magia en mi mente a medida que avanzaba el día sobre lo que está bien o mal.
Hubieron muchas cosas que me pusieron el intelecto a trabajar y pensar en lo que es correcto o no, lo que se debe o no, dónde va cada cosa calificada y rotulada en tal o cuál bolsa adecuada a la descripción. Importaba que tuviese una referencia que se correspondiera al contenido de cada lugar donde tirar las cosas cuando se parecen, como las viejas hincha pelotas de un consorcio.
Pero ¿Por qué hacemos eso?
¿Y si la vieja, además de metiche es la reencarnación de Doña Petrona? De esas abuelas típicas que te preparan en dos patadas un budín de pan y te lo decora con crema batida y dulce de leche, y no resiste dieta alguna, y hasta te dan ganas de sacarle una foto y encuadrarlo, intitulado: “el budín de pan de la genia del 7mo D”. Por ahí te vio delgado, y es de esas abuelas que se preocupan de mas y te dicen “come nene, come. Estas piel y huesos”, y en cualquier momento el botón del pantalón te puede llegar a bajar de un ondazo un avión del otro lado del mundo.
¿Y que hay si en una de esas la vieja quisquillosa es una mina te que arma un compost de puta madre y no tiene problemas en darte un tachito para que abones tus plantas? Escuchame, vos te acercas desde tu desolado balcón del 5to A y ves a la señora del 4to B que tiene unas plantas con un verde vibrante hermoso, un par de gajitos que les está armando seguramente a otros vecinos y ENCIMA una mini-huerta terrible. Quizás es quisquillosa porque está preocupada en cosas que van mas allá de una lamparita de mas encendida. Quizás está preocupada no solo por sus vecinos, por ahí, hasta está preocupada por el barrio, la ciudad, el país. Ponele que el planeta. Y a la pobre doña le dicen quisquillosa, porque esta rotulada con “’Vieja hincha pelotas de consorcio’ - colocar en bolsa ‘cosas malas – viejas de mierda’”, justo al lado de la abuela metiche.
Vos por ahí también hiciste lo mismo con la señora mandona que cualquier consorcio debe tener. ¿Y si en una de esas, la mina que, no solo en su trabajo sino también en su vida la podrían y la pueden catalogar de ‘conchuda’ es el héroe que todos necesitamos pero no el que nos merecemos? Te preguntarás porqué tiene este rotulo adicional. Quizás, esa capacidad de saber pararse delante de todo el mundo, sin distinción de género y edad, y demostrar que es capaz de bancarse la que venga y liderar merece tener semejante calificativo ponzoñoso. Por eso nomas, por ser honesta. Y la vieja mandona, así como la vez y con el rotulo en la frente le gana la pulseada al Administrador para que no te aumenten las expensas porque es un despropósito. Después te enteras que la mina es abogada, o contadora, algo así, y que tiene la Ley grabada a fuego en la memoria. Se quemó las pestañas en la facu para que no la rotularan de “mujer básica, a la cocina”, la remó para llegar a donde está porque su carácter y su valor como parte actora en la sociedad le dijo que podía aportar mas por sus semejantes con las herramientas de la Ley, y por mas mandona que te parezca, no le importó bancarse rótulos desdeñosos sobre su actitud. ¿Cómo podría desdeñarla? Por mas “vieja de consorcio” que sea, o “mandona-conchuda”, si le ganó la pulseada a un tipo que me quería subir las expensas en un movimiento mas que fraudulento porque se rompió una lamparita del ascensor y quizás el turro se quería pagar el viaje a las Bahamas. Sería muy boluda si bastardeo a esta heroína.
Me pongo a pensar y en definidas cuentas, rotulando, creo que hasta me tendría que rotular a mi misma de intolerante.
No se puede ir por la vida agitando el martillo con el peluquín blanco y la sotana negra diciendo “esto está mal”, “esto está bien”, “esto no es correcto”, “esto sí”, si primero no estamos en paz con nosotros mismos. ¿Complicado de entender para poner en practica? Te explico.
El primer y peor juicio es el que nos iniciamos a nosotros mismos, enseñándonos que tenemos que ponerle categoría, etiqueta, rotulo a todo lo que se nos cruce por delante, y transmitirlo como absoluto, de individuo a individuo, y así. Es como el círculo vicioso venenoso que tenemos como seres sociales: el rotulador fácil. Esa cosa fácil de encasillar a todos y quizás no darse cuenta que atrás de una apariencia o un pensamiento hay un Universo de ideas que se renuevan cada dos por tres, y que no se remiten solamente a un papelito que te dicen (o te imponen) terceros diciendo lo que sos, y punto.
Por eso, a veces, y aunque me rompan las pelotas, yo celebro a las “viejas de mierda” de consorcio. Les chupa todo tres carajos y siempre están ahí para demostrarnos que la opinión ajena de sus vecinos se la pasan por el orto. El héroe que necesitamos pero no el que nos merecemos.